Grabado con enfermos de cólera en 1855
Si la peste fue el
azote de la humanidad del siglo XVII y la viruela la del siglo XVIII, el cólera lo fue del siglo XIX. El cólera
morbo apareció en 1818 en la India, en el delta del rio Ganges, extendiéndose por Asia, Europa y América. Penetró
en España por el puerto de Vigo, ocasionando en todo el siglo XIX más de
600.000 muertos. Esta epidemia que padeció la humanidad aparece en contextos de
insalubridad, hacinamiento de la población y falta de los servicios sanitarios
básicos como alcantarillado, agua corriente y el control sanitario de los
alimentos. La enfermedad cursaba de una forma aguda, con vómitos, diarreas
intensas, fuertes retortijones causando la muerte por convulsiones. La
trasmisión se hacía a través del agua. Los
sistemas de abastecimiento de agua contaminados con aguas residuales eran la
principal vía de transmisión.
Hubo tres grandes epidemias de cólera en España.
La primera que se desencadenó en 1843 no afectó a esta Villa con muy poca población.
Fallecieron[1]
en este año tan solo 23 personas y
ninguna de cólera. La segunda
oleada de cólera que si afectó a la villa de Torrelavega en 1855 la cogió
desprevenida. En este año, aunque los censos eran muy imprecisos, todo el
municipio de Torrelavega contaba con aproximadamente 2.650 habitantes. Solo
1.100 eran convecinos de la Villa. Ese año murieron de la epidemia del cólera
morbo 46 personas que citaremos una a una. Se pasó de una media de
fallecimientos anuales de menos de 50 a al doble, 103 óbitos en el año del
cólera. El medio centenar de fallecimientos anuales se extendieron hasta que en
1858 apareció otra enfermedad, la viruela que acabó[2]
con la vida de 16 torrelaveguenses.
EVOLUCION DE
LAS DEFUNCIONES EN LA VILLA
1851 33
1852 34
1853 50
1854 39
1855
103
1856 47
1857 57
En 1833, el cólera invade España y
el sur de Francia desde Portugal. En España se constituyeron tres focos:
Galicia, Extremadura y Andalucía. La primera gran epidemia de cólera entró a
España por Vigo, islas Cies, al fondear embarcaciones que traían soldados
polacos enfermos de cólera, que habían participado en la guerra de Portugal.
Según Mariano González de Sámano, médico coetáneo de la epidemia, el virus del
cólera se introdujo en la península por
Vigo en enero de 1833. El primer afectado por la epidemia, lo fue el 19 de
enero de 1833, se llamaba Francisco Conde y vivía junto al arsenal de Vigo;
desde aquel día, una triste desgracia recorrió todo nuestro país durante el
siglo XIX. Como ya hemos mencionado esta primera oleada del cólera no afectó a la villa de Torrelavega.
La epidemia de 1855, que es a la que
nos vamos a referir, afecta a amplias capas de la población castigando con
mayor virulencia a las clases más bajas. En Torrelavega se comenzó a hablar de
la necesidad de un buen sistema de abastecimiento de agua que culmina a finales
del siglo XIX con la construcción de la Traída de Aguas de Cohicillos[3]. Este
fue uno de los efectos positivos que trajo a esta Villa la epidemia del cólera.
La enfermedad sirvió de acicate para mejorar la calidad de vida de aquellos
pobladores. A partir de mediados del siglo XIX se promulgaron leyes sanitarias
que mejoraron notablemente las condiciones higiénicas de pueblos y ciudades. Abastecimiento
de aguas, eliminación de excretas, viviendas más saludables, enterramiento de
cadáveres en los cementerios, modernización de los hospitales fueron los
aspectos positivos de esta epidemia. Incluso gracias a ella se dignificó la
hasta entonces denostada figura del médico, dejando de ser éste un mero
sangrador para ser reconocido como alguien que tenía un conocimiento científico
de las enfermedades.
“Tanto la ciudad de
Santander como toda la provincia padecieron una gran epidemia del llamado
cólera morbo asiático, y que ocasionó la muerte de miles de personas. Este año
culminó la máxima virulencia de la enfermedad que ya se venía padeciendo hacía
tiempo”[4].
En Santander se inició en la parte sur y acabó en el Barrio de Cajo. Fue en
primavera de ese año cuando la población se vio afectada con fuertes diarreas
acompañadas de gran deshidratación. En verano se agudizó el proceso ocasionando
la muerte a muchos lactantes, niños, embarazadas y adultos. Santander se quedó
sin actividad comercial ni portuaria. Las industrias, talleres y lugares
públicos, cerrados. Era tal la angustia, que algunas personas fallecían, no por
la enfermedad propiamente dicha, sino del alcohol que bebían pensando que así
placaban la diarrea. Con este panorama se crea una Junta Parroquial de
Beneficencia del distrito de San Francisco. Para recaudar fondos se hizo una
colecta pública, en la que se recaudaron 47.248 reales, contribuyendo con 3.000
reales el Rey, con otros tantos la alcaldía y con 2.500 reales el Obispado. "
Acuerdos
Municipales de 1855. Archivo Municipal Torrelavega
Se estableció una ayuda
alimenticia, para los pobres y personas que se habían quedado sin trabajo. Se
estableció un servicio con el que colaboraba el Ayuntamiento "teniendo entendido que debía procederse
a dar sopa económica y la Junta repartiría siete onzas de arroz y dos libras de
pan". Se administraron medicamentos antidiarreicos, se dieron lavativas,
se usaron sangrías y sanguijuelas. Se usaron 681 sanguijuelas, por un importe
de 1.358 reales. Era la medicina que había.
El 19 de octubre
de 1854 el Gobernador edita un folleto titulado "Precauciones de higiene
elemental para evitar la infección”. En él relata como un pueblo en su
Distrito, de 130 vecinos, tuvo 81 defunciones por el cólera. Como colofón el 14
de diciembre de este año el ayuntamiento de Santander “acuerda que se cante un
Te-Deum al Todopoderoso en acción de gracias por la desaparición del cólera,
que durante dos meses causó multitud de victimas en la ciudad. Santander tenía entonces 20.000
habitantes y quedó reducida a unos 13.000 aproximadamente”
Finaliza la
epidemia en Santander y comienza en Torrelavega. El primer caso lo encontramos
en el verano de 1855. Una mujer, Martina Arriero Ibáñez, de 56 años que fallece "del cólera morbo
asiático". Es enterrada[5]
el 3 de agosto por el cura Josef Alonso Astúlez. Había nacido en Los Corrales[6],
y era hija de Santiago Arriero, natural del mismo lugar, y Maria Ibáñez,
natural de Sierra Ibio. Estaba casada en Los Corrales[7]
con Julián Fresnedo, hijo de Josef Fresnedo y Mariana Fernández. Tuvieron por
hijos a Ángela, Eduarda, Eustaquia, Gumersinda, Joaquina, Magdalena, Manuel,
Marcelo y Nicolasa.
Fueron
meses complicados hasta llegar al último difunto a causa del cólera morbo.
Atrás quedaron 46 personas fallecidas por esta epidemia. El último difunto a
causa de esta enfermedad es una niña Lorenza Alonso Haro[8] que
falleció siendo párvula de 4 años y fue enterrada[9]
el 22 de octubre de 1855. Había nacido[10]
en Torrelavega el 23 de diciembre de 1851. Su padre, Jose Alonso, latonero
natural de Burgos, y su madre de Joaquina de Haro, natural de esta Villa.
Tuvieron, además de Lorenza, tres hijos más: Amalia, Anselmo y Pedro.
FALLECIDOS DE CÓLERA EN 1855 EN LA VILLA DE TORRELAVEGA[11]
Martina Arriero Ibáñez 56 años
María Jesús Fernández 4 años
José Alonso García Campiza 5 años
Luis Gómez Martínez 30 años
Josefa de la Calle Ibáñez 60 años
María Diaz Álvaro 56 años
Ezequiel Pazos Parga 52 años
María García Quijano Menocal 66 años
Joaquina Fernández Diaz Álvaro 26 años
Vicenta Gomez Canalizo Diaz 60 años
José Nafarrate Luza 2 años
Manuel Llamas Moro 1 año
Petra Carus 32 años
Manuela García del Barrio 50 años
Matea Peña Ruiz de Villa 58 años
Micaela Llamas Moro 5 años
Josefa García Carus 3 años
Ignacia Antia Alvizu 22 años
Manuel Ruiz González Camino 60 años
Ruperta Iturbe Liaño 10 años
Pedro Gómez-Soldado González 84 años
Teodora Caballero González-Campuzano 35 años
Rosa Bagués Texidor 38 años
Rafaela Navamuel Celis 42 años
Juan González Campuzano 62 años
José Collantes Larreta 18 años
Eulalia Escobedo Martínez 3 años
Benita Mantilla 56 años
Filomena González Cacho Cuesta 7 años
Crisanto Dominé González 6 años
Felipe González Ruiz 70 años
Maria Cruz Zubicaray Gárate 78 años
Josefa Martínez Piñera 9 años
Matías Buysan Garcés 36 años
Manuel González Herrera 14 años
Eugenio García Carus 1 año
Manuel González Campanario Diaz 57 años
Clara de Ceballos Domínguez 56 años
Joaquín García Barrio Ruiz de Villa 39 años
Maria del Otero Perez 38 años
Víctor Mendía Lorenzo 40 años
Francisca Josefa Aro Cuesta 49 años
Gabriela Gutiérrez Fernández 27 años
Mariano Sánchez Mesones 3 años
Cesáreo García Corona Ruiz de Villa 10 años
Lorenza Alonso Haro 4 años
En plena epidemia
del cólera no quedó otro remedio que ponerse manos a la obra. Durante este año de 1855 era alcalde de la villa de
Torrelavega Angel Ruiz, que sucedió en el cargo a José Felipe de Quijano y
Moncalián[12].
Estuvo Angel Ruiz como máxima autoridad dos años hasta que en 1956 es nombrado Francisco
Manuel Obregón. En plena epidemia se van a tomar una serie de medidas que vamos
a relatar.
En los primeros
días del mes de agosto se produce el primer fallecimiento por cólera. En pleno
verano, el
18 de agosto se celebra la primera reunión del Consistorio municipal para
tratar sobre esta epidemia. Acudieron el alcalde Ángel Ruiz y los munícipes Sres. González, Palacios, Buisan y
Perojo.
El primer problema suscitado fue la
escasez de tumbas donde enterrar a los muertos. Había poco espacio para dar
sepultura a los fallecidos por esta epidemia. Por ello, siguiendo la recomendación
de la Junta de Sanidad Local, se aprobó
ampliar el Cementerio de Geloria. El proyecto se denominó “ensanche al
Cementerio de esta Villa”[13].
La epidemia de cólera no hacía más que golpear a los habitantes de esta Villa.
“Se acumulaban los cadáveres sin que el local del que hasta el día ha
existido, permitiese la conservación de
ellos en las fosas por el tiempo que es indispensable para la total
disolución”. Este era el panorama y por tanto era indispensable “la ampliación
del cementerio de Geloria” y terminar con “la escasez de recursos con que
contaba el consistorio”.
El relato de la primera ampliación del camposanto (después
vendrán más), se desarrolló de la siguiente manera: Agustín Gómez de las
Bárcenas, propietario del terreno que colindaba con el antiguo cementerio de
Geloria, fue convocado por el alcalde Ángel Ruiz[14]
a una reunión en el Ayuntamiento, con la siguiente citación: “Es preciso que se
persone usted en esta mañana del lunes a fin de demarcar el que se ha de
agregar, hacer su medición, tasar y
abonar su valor”[15].
La reunión se celebró el 19 de agosto de 1855. Al mes siguiente ya estaba hecha
la tasación. El terreno arrojaba las cifras siguientes: 17.356 pies, lo que
equivale aproximadamente a 7'5 carros, ascendiendo su tasación a 827,16 reales
de vellón[16].
Plano, croquis del cementerio antiguo de 1809 y
primera ampliación de 1855, realizado por Juan Alonso Astúlez. Archivo
Municipal Torrelavega
El
paso siguiente fue incorporar todos los terrenos a un solo recinto cerrado y
tapiado. El pliego de condiciones del nuevo proyecto, que se denominó “Ensanche
en el cementerio de la villa”, se redactó el día 2 de septiembre. Pretendían
construir las nuevas cercas del camposanto, que “debían de ser iguales a
las que ya existían de grueso y espesor,
de doce pies de altura” con las esquinas de sillería. Eso era todo.
El contratista, que ajustaba a los peones que
necesitaba por su cuenta, era el encargado de construir la tapia que rodeaba al
nuevo cementerio, uniendo las antiguas tapias con las de nueva construcción.
Además, estaba incluido en el proyecto
el derribo de la tapia trasera, que sobraba al agregarse el triángulo de
terreno antes descrito. La obra fue adjudicada a favor de Rafael Ruiz, vecino
de esta Villa, a razón de 14 reales la braza, saliendo como fiador Andrés
Herreros. Aproximadamente, el coste de cada peón en aquellos tiempos era de “12
reales por la mano de obra de cada braza”[17].
INVERSIÓN CEMENTERIO GELORIA
Primer cementerio
1809/1810 5.235,17 maravedíes
Ensanche 1854/1855 6.477,68
reales de vellón
El
desglose de estos 6.477,68 reales de vellón invertidos en el ensanche del
cementerio es el siguiente: 827,16 por
el valor del terreno y los 5.650,52 restantes por materiales empleados y los
jornales de sus empleados[18].
Durante
este año, y una vez ampliado el cementerio de la Villa, se construyeron nuevos
nichos. Para ello se nombró una comisión compuesta por el
perito D. Antonio Martínez Oñate, y los convecinos D. Juan Ruiz de Villa y D.
Manuel Urbina para que llevaran a efecto el “señalamiento del terreno, su
medición y demás operaciones”. Se acordó construir nichos o sepulcros cuya
propiedad se adquirirá “perpetuamente” por los que la soliciten vecinos o
habitantes de esta Villa. El Ayuntamiento era el encargado de aplicarles una
cuota que servirá para pagar las obras que se iban a ejecutar. Y también se
determinó que sean D. Andrés González Piélago, y D. Guillelmo Gómez Cadorrniga
los que acuerden que venga de Santander un médico “durante las circunstancias
excepcionales a encargarse de la asistencia de enfermos de cólera de esta
Villa. Con esta aprobación se dio por concluida la sesión extraordinaria de
este día.
NICHOS CONSTRUIDOS CEMENTERIO GELORIA 1855[19]
Águeda
Ruiz – Pedro Campo Feliciano
de la Mora
Antonia
Alonso Astulez Gregorio
Miguel
José
Díaz Antonia
de la Cuesta
Francisco
de los Terreros Dolores
González
Isidoro
Fernández Nicanor
Díaz Labandero
Juan
Francisco Castañeda Manuel Obregón Piélago
(General)
También
en esta reunión se aprobó apartar al médico D. Teodoro Castañeda,
asalariado de esta Villa, y poner en conocimiento del Gobernador Civil el
comportamiento de D. Juan José Argumosa “quienes faltando a lo que la humanidad
doliente exigía, con extrañeza se les vio abandonar la asistencia de algunos
enfermos que sucumbieron sin auxilio médico a pesar de haber sido avisados”. Se
ausentaron y fueron a Las Caldas del Besaya a tomar baños. De esta manera quedó
vacante la plaza de “médico asalariado
de la Villa”. Se solicitó un nuevo médico al Gobernador.
ENTERRAMIENTOS EN TORRELAVEGA
Periodo
1810/1820 13 al mes
Periodo
1840/1870 32 al mes
Periodo
1870/1890 122 al mes
En el mes de
noviembre, el día 17, vuelve a reunirse el consistorio municipal. Ya había
finalizado “el aumento del cementerio y se iba a comenzar la construcción de la
Capilla y los nuevos nichos. Se acordó en este día reservar el suelo restante
para las “clases que no quieran, o no se hallen con medios pecuniarios”
suficientes. Se comisiona a D. Antonio Martínez Oñate y a D. Juan José Alonso
Astulez, para que se encarguen del plano y del presupuesto de la obra de los
nichos.
Unos días antes de la Navidad, el 15
de diciembre se vuelve a reunir el gobierno municipal. Este día se aprueban dos
importantes acuerdos. Uno se refiere a
la “Lista de donativos para atender a los enfermos del cólera” que se
había creado. Se acordó que la encabezara el Excmo. Sr. D. Ramón Castañeda con
300 reales de vellón y que pasara a gestionarla D. Francisco Manuel Obregón,
presidente de la Junta de Beneficencia. Y el otro acuerdo se refería, a que
tras la separación en agosto de los médicos oficiales, comienza a trabajar como
médico de la Villa, D. Teodoro Castañeda, profesor de Medicina y Cirugía. Le
tocó lo peor, la asistencia a los enfermos afectados por la epidemia de cólera
morbo. Eran conscientes que no solo había que agradecérselo sino también
gratificarle generosamente. Por ello aprobaron “satisfacerle generosamente”. A
partir de los primeros días de enero del año siguiente, la plaza de médico Cirujano
de esta Villa fue adjudicada[20] a
este galeno con el sueldo de 7.000 reales de vellón. Y por último, siete días
después, se acordó gratificar a la persona que aplicaba a los enfermos pobres
del cólera lo descrito por los médicos. Se trataba de D. José Fernández
Felgoroso al que se le abonaron “por los servicios prestados durante la época
que reinó la epidemia del cólera morbo asiático en esta Villa, la cantidad de
640 reales de vellón”. Los fondos del ayuntamiento no daban para más. Al año
siguiente, 1856, no falleció nadie de cólera
Torrelavega,
1 junio 2020.
[1]
Bustamante Gómez, Tomás y Fernández-Regatillo Ruiz, Amparo; José Benito
Gutiérrez Bustamante, Manuel González Campuzano, Marcos Barreda Soto y 712
vecinos más. Editorial Quinzaños 2018, páginas 173 a la 179.
[2] Bustamante Gómez, Tomás y Fernández-Regatillo
Ruiz, Amparo; El cólera de 1855. 1365 enterrados en el cementerio de Geloria,
1851-1870. III volumen de la colección del Cementerio de Geloria.
[3]
Bustamante Gómez, Tomás; El Banco de Torrelavega, 1920/1942. Graficas
Quinzaños, 2009, páginas 62/70.
[4] Vázquez
González Quevedo, Francisco; Gran epidemia del Cólera Morbo Asiático de
1855. La medicina en Cantabria.
[5] Libro
Difuntos Torrelavega (1852-1862), folio 50 vto.
[6] No hay
registros de Los Corrales.
[7] No hay registros
de los Corrales.
[8] Sus
abuelos paternos fueron Sebastián Alonso, tintorero, natural de Burgos, y Rosalía Quintana,
natural de Pámanes; y los abuelos maternos Miguel de Aro, natural de Rivero, y
Gertrudis Cuesta, natural de esta Villa. Todos labradores.
[9] Libro
Difuntos Torrelavega (1852-1862), folio 70.
[10] Libro
Bautizados Torrelavega (1835-1852), folio 252.
[11] Fueron
46 las personas fallecidas de cólera en 1855 en la villa de Torrelavega. La
historia familiar de todos ellos la pueden leer en el Tomo III del Cementerio
de Geloria, cuyos autores son Tomás Bustamante Gómez y Amparo Fernández-Regatillo
Ruiz.
[12] Ver https://www.torrelavegaantigua.com/2014/12/jose-felipe-de-quijano-y-moncalian-1804.html
[13]
Bustamante Gómez, Tomás y Amparo Fernández-Regatillo Ruiz; El cementerio de
Geloria en el siglo XIX. Artes Gráficas Quinzaños, 2016.
[14] Alcalde de Torrelavega de 1854 a
1856.
[15] Archivo
Municipal Torrelavega, legajo H 165;4, 10.
[16] Archivo
Municipal Torrelavega, legajo H 165;4,11.
[18] Archivo
Municipal Torrelavega, legajo H165;04,19.
[19] Archivo
Municipal Torrelavega, legajo H165; 4; 2
[20] Sesión
Municipal correspondiente al 9 de enero de 1856.