Federico
Rodríguez Piró con la Cruz de Isabel la Católica
Si la
peste fue el azote del siglo XVII, la viruela la del siglo XVIII, el cólera lo
fue del siglo XIX. En el siguiente siglo, antes de verse azotada con la
epidemia de la Gripe en 1918, Torrelavega se vio afectada por unas graves
inundaciones.Las desgracias fueron importantes.
En el verano de 1908, unas
importantes inundaciones ponen a prueba la gestión de su alcalde, Federico
Rodríguez Piró[1].
Los días 17, 18 y 19 de junio no dejó de llover. Una tromba de agua lo inundó
todo. No se conocía nada igual. Los ríos desbordados, casas inundadas y
destruidas y varias desgracias personales. Desaparecieron bajo la riada
plantaciones de maíz y de todo tipo, y se interrumpió la circulación
ferroviaria. Los principales periódicos daban la noticia: “Pueblo inundado”[2] al
referirse a Torrelavega.
Los ríos desbordados y agitados
parecían un mar. El Sorravides, que corre por el barrio de la Quebrantada, y el
Linares o de la Llama que riega la barriada con ese nombre. Los ríos crecieron
terriblemente, el Saja y el Besaya, cuyo caudal llegó a elevarse a 3,20 metros sobre
su nivel habitual. Sobre las once de la mañana, se produjo un desbordamiento
inundando casi todo el pueblo. En el barrio de la Llama, situado bajo el cerro
de San Bartolomé, la inundación fue mayor. El agua desbordada del Linares se
embalsó en los prados próximos, contenida por las altas y fuertes paredes hasta
que cedieron sobre aquella parte de la población con horrible estrépito. Las
casas de aquella barriada son viejas y endebles. Las puertas cedieron, y el
agua llegó en las plantas bajas y cuadras a alcanzar una altura de metro y
medio de elevación.
Las primeras noticias apuntaban a se
habían roto los depósitos del abastecimiento de aguas, situados en el cerro de
San Bartolomé. Pronto se comprendió que no era si, y entonces se procedió a
organizar las faenas de salvamento. Las autoridades locales, bomberos, la
guardia civil, la guardia municipal, y todo el vecindario acudieron en auxilio
del barrio amenazado. Con el agua hasta el cuello penetraron bomberos y
guardias en las casas inundadas salvando a sus moradores de una muerte cierta.
Primero se trató de sacar a la gente en carros, pero estos eran arrastrados por
la corriente. Entonces, algunos esforzados vecinos se acercaron a caballo a las
casas y haciendo nadar a sus cabalgaduras realizaron el peligroso salvamento.
Entre estos ejemplares ciudadanos debe citarse al médico José de Argumosa y Ar-
gumosa[3],
quien a caballo se metió en uno de los edificios y sacó a dos niños. A caballo
también realizaron algunos salvamentos el vecino Jose Mazón y el guardia
municipal Julio Portilla.
La prensa escrita y el pueblo en
general destacaron la actuación de varias personas. “Con singular encomio al
alcalde Señor Rodríguez Piró, al teniente alcalde señor Herrero, al ingeniero
director del Depósito de la conducción de aguas señor González Irún, al juez de
instrucción señor Torre y al jefe de la guardia señor Eguren”[4].
De esta manera fueron salvadas en aquel barrio 60 personas, muchas de las
cuales se refugiaron en la nueva iglesia parroquial, la de Nuestra Señora de la
Asunción.
Al llegar el agua desbordada del
riachuelo Linares a la plaza de San Bartolomé invadió todos los
establecimientos, causando grandes daños, viéndose afectado el establecimiento
de comestibles de Tomás Elvira. El agua siguió por la calle de Pomar, hasta la
de los Mártires, llegando hasta la mansión de Guillelmo Gómez Ceballos que no
se encontraba en Torrelavega, pero si su familia que se dirigieron aterrados
hacia la capilla de la casa y comenzaron a tocar la campana pidiendo socorro.
Acudió el médico Ramón Miguel y Crisol[5],
médico de la localidad, y otros vecinos, que sacaron a esta familia de esta
situación y la trasladaron a la casa colindante de Micaela Sierra, donde se
facilitó toda clase de ropas. Otra de las casas que sufrieron en aquel barrio
fue la de la familia del general Ceballos, la misma precisamente a la que irá a
veranear la infanta Isabel. Entre los daños en ella causados puede citarse “la
destrucción de varios puentes en el trozo de finca conocido por El Bosque, y el
derribo de unos metros de pared”. En el barrio de la Veguía o del Mortuorio, se
producían idénticas escenas. Fueron voladas con dinamita, en el barrio de La
Llama, varias paredes, con objeto de encauzar la inundación hacia los campos y
evitar que el agua se precipitase dentro del pueblo.
Ramón
Miguel y Crisol
La zona de la Quebrantada también se
vio afectada. El rio Sorravides, que cruza por aquella parte, se había salido
de su cauce, precipitándose sobre la ciudad. En la carretera de San José y
sitio conocido por el Cotero, el rio se llevó un trozo enorme de la carretera,
inundando el resto. El puente de San José sufrió asimismo importantes
destrozos, desapareciendo parte de su pretil, y rompiéndose la cañería de la
antigua conducción de aguas. Más abajo, el puente de la cárcel, inmediato al
correccional, fue destruido a pesar de su sólida y reciente construcción. El
agua se espació por toda la calle de Herrerías y avanzó por las de Julián Ceballos,
Comercio, paseo de Posada Herrera y barriada del Corralón. Los comercios de
estas calles también sufrieron grandes daños, sobre todo el taller de coches de
José Meana.
Ejemplares fueron las actuaciones de
varios vecinos participando en las labores de salvamento. Destacamos a los
jóvenes Alberto[6]
y José Velarde, y las empresas de coches de Ricardo Sainz, Eugenio y José Carranza.
Lo mismo se puede decir de las autoridades locales. El alcalde Federico
Rodríguez Piró telegrafió por la mañana al señor Gobernador Civil pidiendo
ayuda. El gobernador interino señor Llaseras envió al Cuerpo de bomberos y al
de la Cruz Roja. La fábrica de la Luz se había inundado, y para evitar que la
población se quedara a oscuras el acalde pidió, también, teas. Le fueron
remitidas ocho docenas que llegaron en el tren que salió de Santander a las 7
de la tarde.
Mucha suerte tuvo el comerciante y
ganadero Pedro Matías Gómez[7].
En el sitio de la Vega conocido por el Alisal tenía alojados 500 cabezas de
ganado de cerda que por los pelos se salvaron, porque con las inundaciones se
destruyeron todos los cubiles. Dos días antes les había trasladado. La factoría
industrial de Solvay, establecida en Barreda, fue invadida por las aguas,
sufriendo grandes daños. También la fábrica de luz “La Montaña” sufrió la
rotura de varios cables de alta tensión, aunque a última hora de la noche se
pudo volver a reanudar el servicio. También sufrió grandes averías la fábrica
que en Caldas tiene los señores de Yllera.
[1]
Bustamante Gómez, Tomás y Fernández-Regatillo Ruiz, Amparo; Federico
Rodríguez Piró. De Flandes a Chile. Artes Gráficas Quinzaños, 2019.
[3] Ver https://www.torrelavegaantigua.com/2018/06/jose-de-argumosa-y-argumosa-1879-1945.html
[4] La
atalaya correspondiente al 20 de junio de 1908.
[5] Para más
información ver el libro El Banco de Torrelavega 1920/1942 del mismo autor que
este Blog donde tiene capítulo propio. Y también ver
www.torrelavegaantigua.com/2012/03/ramon-miguel-y-crisol.html
[6] Ver https://www.torrelavegaantigua.com/2019/07/alberto-velarde-blanco-1876-1950.html
[7] Para más
información ver la biografía que sobre Pedro Matías Gómez Sánchez contiene el
libro El Banco de Torrelavega, 1920/1942 que ha publicado el
autor de este
Blog. Y también
ver
https://www.torrelavegaantigua.
com/2013/08/pedro-matias-Gómez-sanchez-comerciante.html