César Fernández Fernández (1882-1949) había nacido
en Valladolid en 1882. Era hijo de Hilario Fernández y de Sabina Fernández.
Vivía en Torrelavega en el segundo piso del número 12 de la calle Carrera. Este
industrial del gremio de los curtidos era propietario de la fábrica de
zapatillas llamada “Sucesor de Moreno
Luque, Diaz y Álvarez”.
Torrelavega desde el siglo XIX había destacado por importantes industrias de
curtidos, tenerías francesas: como la fábrica de curtidos de Alexis Etchart
Mendicouague y la de Benito Sollèt
Guilçou. Más adelante por pujantes fábricas de calzados y zapatillas. Destacaban
sobre las demás la fábrica de Juan Bautista Sañudo Abascal, la de José Molleda
Ugarte, la de Santiago Sañudo Solórzano, la de Hijo de Manuel Gutiérrez y por
último la fábrica de calzados de Ramón Peña.[1]
César Fernández Fernández contrajo matrimonio con
Irene Blanco Fontela que era natural de Quiruelas de de Vidriales de la
provincia de Zamora. No tuvieron descendencia. Ocupó la presidente de la Cámara
de Comercio e Industria desde el día 29 de noviembre de 1946. Aunque mucho
antes, ya desde 1942, desempeñaba la presidencia en funciones “al no poder
ejercer con la asiduidad necesaria el presidente electo Santiago Sañudo Solórzano”.
El mandato de César Fernández Fernández como presidente de los comerciantes e industriales de la ciudad
durará 3 años hasta su repentino
fallecimiento el día 19 de diciembre de 1949.[2]
A los 6 meses de su
toma de posesión llega a la dirección de la fábrica de Solvay Marcel Pirón que ejercerá en la empresa una
brillante gestión. Las relaciones de César Fernández con el alcalde Manuel Barquín Agüero era muy
buenas. Eso contribuyó a que se encarrilaran algunos temas que agobiaban a
aquellos convecinos. La ciudad no acababa de despegar. Había que resolver
problemas que no terminaban de solucionarse. Era necesario incrementar la
actividad económica favoreciendo la instalación de nuevas industrias. Por
ello César Fernández se interesa por el
traslado de la fábrica de curtidos de Villacarriedo a Torrelavega. Petición que
había sido realizada por Alejo Peña Inchaurtieta (1902-1962) que fue alcalde de
la ciudad.
Los problemas que acuciaban eran los de siempre. En
primer lugar, el abastecimiento de agua que era muy deficiente. Lo mismo le
ocurría al servicio de Teléfonos. Para buscar soluciones se acordó ofrecer a la
Compañía Telefónica de España unos terrenos para que construyera un nuevo
edificio. Y también se solicitó la instalación de teléfonos automáticos. Y por
último otro capítulo recurrente, el deficiente servicio que prestaba la compañía
de ferrocarriles RENFE en la estación. “Los servicios e instalaciones de RENFE
en su estación de Torrelavega son tan viejos como achacosos y deplorables tanto
que indígenas y foráneos los miran como un mal crónico aborrecible. Las
instalaciones de la estación eran indecorosas, insalubres y raquíticas las
oficinas, carecían de almacenes, de la insuficiencia de vías y hasta del rincón
exiguo e incómodo que tiene que utilizar el público para la adquisición de
billetes”.[3]
Esto se decía entonces. No parece muy lejano. Pero no todo funcionaba mal. Ya
próximo a finalizar el año 1947 nuestros comerciantes deciden felicitar a la
empresa de autobuses Casanova por el magnífico servicio que dispensaba en el
trayecto de Torrelavega a Suances.
Al acabar
el verano de 1948 César Fernández decide llevar sus propuestas a donde se
tomaban las decisiones, a Madrid. Por ello viaja a la capital junto a David
García Nuevo, Santiago Sañudo Solórzano y Tomás Berrazueta Arana. En la capital
de España se entrevistan con Pablo Garnica, presidente del consejo de
administración del Banco Español de Crédito; con Alejandro Hidalgo Lavín,
director general de tráfico de la Compañía Telefónica; con el Conde de
Guadalhorce, presidente del consejo de administración de la Red Nacional de
Ferrocarriles Españoles; con Luis Rodríguez de Miguel, director general de
Correos y Telecomunicaciones y con Daniel López Rodríguez consejero-delegado de
la Compañía Nacional de España. Los temas a tratar, los de siempre: la mejora
del servicio telefónico, la mejora de los servicios e instalaciones de Renfe y
el aumento de carteros. “Todos los cuales escucharon con interés y simpatía
haciendo promesas de preocuparse de la más pronta solución”. [4]
El
día 19 de noviembre de ese mismo año,
cuando aún ostentaba la presidencia de la Cámara de Comercio e Industria,
fallece a los 67 años a consecuencia de un problema coronario. La noticia causó un profundo pesar en la ciudad.
Unos días después de este hecho luctuoso, el día 23 de diciembre, su
vicepresidente en la Institución David
García Nuevo manifestó lo siguiente: “Nuestro presidente fallecido en la
madrugada del día 19 deja un recuerdo imperecedero por su criterio
circunspecto, por su rectitud y sus entusiasmos en la defensa de los intereses
que la Cámara representa; por su peculiar caballerosidad y afectuoso
compañerismo y por su incansable actuación en la Presidencia de la Cámara cuyo
cargo ostentó siempre con dignidad y alteza de miras”.
Acto seguido, el vicepresidente interpreta el sentir
de todos los miembros de la institución y dice: “ no estando el ánimo dispuesto
para otra cosa que no sea el recuerdo íntimo de quienes tanto lamentan la
muerte del inolvidable Don César propone levantar la sesión en señal de duelo,
haciendo constar antes, que a su juicio, y en memoria del fallecido compañero,
la Cámara adquiera la propiedad del nicho, que en el cementerio de Geloría en
la Llama de esta ciudad ocupa el Sr. Fernández.[5]
[1]
Bustamante Gómez, Tomás; El Banco de
Torrelavega, 1920/1942, A. G. Quinzaños, 2009.
[2] Libro de Actas de la Cámara de Comercio de
Torrelavega, tomo III, sesión 29 noviembre 1946.
[3] Libro de Actas de la Cámara de Comercio de
Torrelavega, tomo III, sesión 18 junio 1947.
[4] Libro de Actas de la Cámara de Comercio de Torrelavega,
tomo III, sesión 10 diciembre 1948.
[5] Bustamante Gómez, Tomás; Los comienzos de la Cámara de Comercio e
Industria de Torrelavega, A.G. Quinzaños, 2012.